Capítulo 81
“Gracias.” Amelia susurró su agradecimiento con voz baja.
Dorian no respondió, se quedó parado en la puerta por un momento y luego se marchó con pasos largos.
Amelia lo observó alejarse sin moverse de la cama, ni siquiera notó cuándo habla presionado el botón de respuesta hasta que la voz preocupada de Frida sonó: “¿Meli? ¿Qué pasa?”
Volvió en si y miró la pantalla de su teléfono. A través de sus ojos nublados, vio la cara llena de preocupación de Frida.
“¿Qué pasa?”, preguntó su amiga, suavizando su voz con cautela
Amelia negó con la cabeza levemente: “Nada.”
Frida pregunto: “¿Dorian fue?”
Ella asintió suavemente: “Si.”
“Entonces ustedes… Frida dudo, mirándola de reojo. Quería preguntar si Dorian habia llegado a tiempo para detenerla, pero al ver la bata de hospital que llevaba Amelia y sus ojos hinchados, la pregunta se quedó atorada en su garganta. Entonces, cambió a un tono suave y reconfortante: “No te preocupes, no hay mal que por bien no venga.”
Amelia forzó una sonrisa: “Claro.”
Dorian compró algo de atole suave y fácil de digerir para Amelia en un restaurante cerca del hospital. No lo llevó él mismo, pagó un poco extra por el servicio a domicilio y pidió al mesero que se lo entregara. No se alejó del lugar, simplemente se quedó parado en la entrada del restaurante, observando a la gente pasar por la calle, sintiéndose
vacío por dentro.
La imagen de Amelia con el informe positivo de la prueba de embarazo todavía estaba fresca en su mente y la emoción que sintió al leer “Diagnóstico clínico: embarazo temprano” aún resonaba. Se había imaginado innumerables veces cómo sería su hijo, si se pareceria a él o a Amelia, o a ambos. También había soñado con cada momento del crecimiento junto a ella, pensó que querría quedarse con el bebé, que no podría separarse de él.
Recordando la imagen reciente de Amelia en la cama del hospital, con los ojos rojos y luciendo débil mientras la empujaban en una camilla, Dorian desvió la mirada, sintiendo el familiar espasmo en su estómago que se agitaba con sus emociones. La escena de Amelia suplicándole con los ojos llorosos que la dejara en paz se apoderó de su mente, intensificando la náusea. Pero sus pensamientos cambiaron de nuevo al verano de aquel año, cuando la vio subir al podio con su maestro y presentarse con serenidad: “Hola a todos, soy Amelia.” Su rostro juvenil y sereno, sus ojos
tranquilos como un lago.
Recordó esos dias cuando le ayudaba con sus estudios, la mirada obediente y tranquila que ella le dirigía, que era
idéntica a la de la joven Amanda.
Salio para atender la llamada y cuando regresó, la habitación estaba vacía, la bata y las cobijas estaban dobladas ordenadamente sobre la cama.
Dorian sonnó con resignación, sin buscarla, se dirigió solo al hotel.
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Durante el segundo y tercer día, no la buscó, simplemente se ocupó con su trabajo en el hotel, encontrando que lo que antes amaba tanto ahora era completamente insoportable.
Al cuarto día, se dio una vuelta por la universidad de Amelia, pero no la encontró por ningún lado.
Dorian detuvo a una compañera de Amelia para preguntarle por ella.
“Ella se ha dado de baja temporal,” le informó la compañera.
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