Capítulo 21
Maribel, una mujer profesional, se veía asustada e insegura cuando Asier se enfadaba. Con culpabilidad, respondió con cautela: “Sr. Griera, hace un rato cuatro mocosos entraron a la oficina y la dejaron patas amba.”
Mientras respondia, no se atrevía a mirar a los ojos de Asier, su corazón palpitaba de miedo, temiendo que él preguntaría más sobre los niños. Más que el desorden en la oficina, Maribel temia que el Sr. Griera descubriera que los niños habían venido a buscarlo, a preguntarle si era su padre.
Elia, que estaba al lado, se quedó sin aliento al escuchar las palabras de Maribel. ¿No solo Joel había venido, sino también los otros tres niños? ¿Fueron ellos los que desordenaron la oficina de Asier? ¿Serían castigados si Asier los atrapaba?
Elia bajó la cabeza, tratando de pasar desapercibida, sin atreverse a emitir un solo sonido.
Asier se tocaba la frente, estaba tan enojado que ya no podía hablar. Su rostro frío era más oscuro que el cielo exterior. “No me importa cómo lo hagas, encuentra a esos niños fastidiosos e informa a sus padres, ¡deberán compensar estos daños! Asier ya estaba molesto porque Elia había estado coqueteando con él, y él había terminado besándola sin control.
El desorden en la oficina solo alimentaba su ira, y estaba agitado por dentro.
¿Qué? ¿Esos niños fastidiosos? Al escuchar a Asier describir así a sus adorables hijos, Elia, como madre, se sintió muy molesta. Sus hijos eran muy sensatos y no desordenarían su oficina sin motivo, algo los había asustado y por eso habían corrido por todos lados, desordenando todo.
Aunque estaba molesta, Elia seguía con la cabeza baja, sin atreverse a decir una palabra. Asier estaba enojado y quería que los padres compensaran. Como madre, le dolía el corazón. Solo esperaba que Asier no encontrara a los niños y que no tuviera que compensar. Ya tenía dificultades para sobrevivir, con problemas para las tres comidas del día, ¿cómo iba a tener dinero para pagar la compensación?
Maribel le siguió de cerca, y Elia también se preparó para salir.
Entonces Maribel se detuvo y miró a Elia con una mirada severa y de disgusto: “¿Y tú a dónde crees que vas? ¡Limpia la oficina!”
“Pero yo…” Elia intentó hablar.
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